Pepito Monerris ha fallecido. Es una noticia que no por esperada nos sobrecoge menos. Estamos tristes y sentimos que se ha ido una de esas personas inolvidables, irremplazables.
De pronto, pasan por nuestra cabeza muchas escenas y momentos compartidos. Sus cantos, sus juegos, su genio y su alegría. Pepito era alguien que expresaba sus emociones con desbordante generosidad, que se nos entregaba de una pieza, con una integridad muy difícil de encontrar.
Cada vez que se dirigía a nosotros, cada vez que escuchábamos su risa, sus preguntas o sus canciones, nos transmitía una fuerza especial, una vitalidad que era como un regalo. Por eso y por otras muchas razones, era alguien que se hacía querer. A pesar de la tristeza de su pérdida, nos sentimos afortunados, pues hemos tenido la suerte de haberle conocido. Pepito enriqueció día a día nuestras vidas con su entusiasmo inagotable y sus ganas de vivir.
Son momentos duros para todos nosotros y, sin embargo, también encontramos motivos para sentirnos, si no contentos, algo aliviados. Pepito ha tenido una existencia feliz y ha disfrutado de muchos más momentos buenos que malos. En ocasiones, podía estar serio, sobre todo si debía aceptar una situación que no le convencía del todo. Pero nunca lo hemos visto triste. Ni un solo día en todos estos años. Ha sido todo un ejemplo.
Además, ha sido una persona muy querida. Se ha visto siempre rodeado del afecto y el respeto que le han mostrado amigos, compañeros y profesionales. Esto, al menos en nuestro caso, tiene truco pues simplemente respondíamos a todo aquello que él nos brindaba.
Podemos añadir que, durante el último año, Pepito se ha visto aquejado de frecuentes dolores y molestias que han mermado su bienestar. La espalda le molestaba mucho y parece que le costaba descansar, tanto en la silla de ruedas como en la cama.
Su estado físico y de salud se había agravado en los últimos meses. Pepito se apagaba. Pese a este deterioro, él hacía un esfuerzo por contestarnos, sobreponiéndose a su malestar, aunque sólo fuese con un hilo de voz.
Suponemos que, dondequiera que ahora esté, se encuentra feliz y descansado. Es lo que se merece.
A nosotros nos toca seguir con nuestras vidas, con nuestros trabajos. De vez en cuando encontraremos a alguien que, tal vez, en algún detalle, nos evoque a Pepito. El recuerdo nos provocará cosquillas, nos hará sonreír. Pero estamos convencidos de que ya no conoceremos a nadie como él.
Se nos ha ido Pepito, pero no del todo. Le guardamos para siempre un espacio, amplio y luminoso, con algunas naranjas, dentro de nuestros corazones.
Tus amigos del Hogar Rosa
1 comment
Join the conversationJUAN CARLOS MORCILLO - 11 diciembre, 2015
Pepito Monerris ha salido en más de una conversación desde que dejé de trabajar en San Rafael hace ya 10 años. En una década (y en mucho menos) se olvida lo que no es necesario pero la alegría y los buenos ratos atraviesan el tiempo, y como algunos cometas, van ganando velocidad y fuerza con el tiempo. Pepito, aquellos años fuiste una alegría incontestable, un superabuelete, ¿de donde sacabas tanta energía??, bandido¡¡ te vas y no me lo cuentas. Seguiré sonriendo como tú. Eso nunca falla. Gracias MAESTRO ¡¡¡¡.